La vida no es
tan bella
como nos auguraban los sueños de
la infancia.
No es tan bella la vida, tan
remota.
Pasa el tiempo y nos vemos,
como al volver la esquina de los
días,
en la edad de los firmes
desengaños
-y la vida resulta que es el sueño
que no tuvimos nunca-
No era hermosa la vida ni era
inmensa.
La vida es esta sed,
el runrún de las horas, los
latidos,
la tinta y el silencio,
la memoria culpable y, sin
embargo,
esquiva y azarosa,
una casa sin techo.
En medio de las sombras y del
frío,
la vida no era incendio.
No es el fuego la vida y aún nos
basta
su calor de rescoldo algunas tardes.
Dennis Mogelgaard