Yo supe
de la poesía de José Julio durante nuestros años de estudiantes en Sevilla, a
través de un poeta amigo común, Rafael Adolfo Téllez. Ya en aquellos años, en
la Facultad de Filosofía y Letras se conocía que Cabanillas era un
poeta grande.
Poemas descalzos es un libro valiente
que abandona las dos premisas que dictó cierta modernidad y que la, mal llamada
y muy cacareada, posmodernidad consagró: la omnipresencia del realismo urbano y
el escepticismo nihilista. En
este sentido, Cabanillas ha escrito un libro que es casi contestatario; lo es
en el contexto de una sociedad donde parece que se ha aceptado que Dios ha de
estar recluido, cuando no oculto, y que la fe, lejos de ser reconocida como un
atributo gloriosamente humano, se quiere interpretar como un peligro para el
hombre. Pero que nadie se llame a engaño: Poemas
descalzos no es un libro de “versos religiosos”. Poemas descalzos es un
libro de poesía con mayúsculas.
Cabanillas aborda en él el misterio de la Redención imbricado en la
realidad cotidiana, de la que no queda exenta la microscópica, esa a la que
sólo sabemos acceder por medio de la tecnología científica (es significativo en
este sentido el primer poema del libro).
Estamos, además, ante
un libro necesaria y voluntariamente (creo) celebrativo:
a)
Necesariamente porque es un libro que aborda
la Redención de Cristo. Y la aborda como lo que es: la Redención de TODO mal;
b)
Voluntariamente
porque, siendo un libro que se centran en la Pasión de Cristo, se enmarca todo
él en 4 poemas (los dos primeros y los dos últimos) que oscilan entre el
aleluya glorioso y la esperanza feliz y confiada.
Me han llamado la
atención dos huellas en estos poemas, dos fuentes fundamentales:
1)
San Francisco de Asis (repitiendo un homenaje que estaba ya
en el título de su libro de prosa poética La
luna y el sol). En Poemas descalzos la huella se hace
patente, sobre todo, en su magnífico poema penúltimo: “Gloria” que es en
realidad muy claramente una versión mezclada y llena de poesía del Cántico de las criaturas
compuesto por San Francisco de Asís, en el S.XIII y del Pregón Pascual de la
Liturgia católica. Y dirán ustedes ¿más poético aún que esos textos? Pues sí, y eso que hacer poesía de la poesía y salir airoso es muy difícil, por lo que la
poesía verdadera ha de tener de iluminadora o reiluminadora de las cosas.
2)
T.S. Eliot,
2.1)
Hay en todo el libro un pancronismo muy
eliotiano que en este trabajo de Cabanillas es esencial, porque la
Redención de la que él habla es la que se llevó a cabo por medio de la Pasión y
Resurrección de Cristo para siempre pero es una redención que se sigue dando, que
sigue teniendo efecto también íntimamente en cada hombre, íntimamente también
en el poeta (de ahí el tono celebrativo del que hablaba antes). Pondré dos
ejemplos de ese pancronismo:
-
El “cuerpo alzado del poema “Omnia” es a la vez la muerte en lo alto de la cruz
y el de la Resurrección al mismo tiempo, porque ambas son inseparables.
-El
poema “El Sacrificio” (p.19 y 20), por la confluencia aparentemente caótica de
voces y de tiempos tiene también reminiscencias de Eliot.
2.2)
Por
otro lado, creo ver ya en el título de este libro la huella del poeta
angloamericano (cierto que los pies
descalzos son los que corresponden al hombre que se pone en presencio de su
Dios vivo, como ocurrió a Moisés ante la zarza) pero dentro del mensaje
vitalista y del carácter visionario de estos poemas los pies descalzos me evocan
más aquellos versos de la “Rapsodia de una noche de viento” de Eliot que
traducidos vienen a decir: “deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate
para la vida” Porque intuyo que esos pies descalzos no son únicamente un
signo de reverencia, sino más bien el símbolo de un despojamiento para vivir
después la verdadera vida.
Por todo esto creo
que este libro es valiente. Aborda el Misterio y lo hace desde la fe, pero sin el lastre del
tópico, sino desde su más genuino medio: la poesía de verdad.
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