jueves, 28 de enero de 2016

Borges: el pudor gramatical y el misterio.

   Hacía tiempo que no releía los relatos de Borges, esas fabulaciones que me encandilaron al final de mi adolescencia.  Ayer, buscando ejemplos de finales truncos para mis alumnos, recordaba (yo creía que clarísimamente, tan honda impresión me causó a finales de los 70) el de "There are more things". Me sorprendió ver que el relato era mucho más largo de lo que yo recordaba y tuve que abreviarlo para mostrar lo que quería;  pero volví a quedar abducida por la urdimbre verbal del argentino, por la rica precisión de sus adjetivos, por la concisión sobria de una sintaxis rebosante de matices... Y sentí la misma admiración de entonces: ni los años, ni la mayor experiencia lectora la han menguado. Cada palabra me pareció un minúsculo brillante preciosamente facetado y la sintaxis  -que siempre pensé que le debía mucho a la tendencia a la voz pasiva de su otra lengua materna: el inglés- un excelente hallazgo de pudor gramatical... El ensayo narrativo de unas emociones: el terror y la curiosidad comprimidas en el artefacto preciso de un relato que en su propio final sin final justifica, claro, el título y muestra el misterio en estado puro. El conceptismo del siglo XX se llamó Borges.

Safet Zec

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