domingo, 31 de enero de 2016

¿Para qué sirve?

   En clase, de nuevo, la pregunta de siempre: "Y esto ¿para qué sirve?" Y yo, una vez más, la respuesta consabida: "Para nada".
                                                     
                              ???

   Que el conocimiento por el conocimiento tiene suficiente importancia es tan evidente como absurdo es querer que lo comprenda quien hace tal pregunta.

Dalí



jueves, 28 de enero de 2016

Borges: el pudor gramatical y el misterio.

   Hacía tiempo que no releía los relatos de Borges, esas fabulaciones que me encandilaron al final de mi adolescencia.  Ayer, buscando ejemplos de finales truncos para mis alumnos, recordaba (yo creía que clarísimamente, tan honda impresión me causó a finales de los 70) el de "There are more things". Me sorprendió ver que el relato era mucho más largo de lo que yo recordaba y tuve que abreviarlo para mostrar lo que quería;  pero volví a quedar abducida por la urdimbre verbal del argentino, por la rica precisión de sus adjetivos, por la concisión sobria de una sintaxis rebosante de matices... Y sentí la misma admiración de entonces: ni los años, ni la mayor experiencia lectora la han menguado. Cada palabra me pareció un minúsculo brillante preciosamente facetado y la sintaxis  -que siempre pensé que le debía mucho a la tendencia a la voz pasiva de su otra lengua materna: el inglés- un excelente hallazgo de pudor gramatical... El ensayo narrativo de unas emociones: el terror y la curiosidad comprimidas en el artefacto preciso de un relato que en su propio final sin final justifica, claro, el título y muestra el misterio en estado puro. El conceptismo del siglo XX se llamó Borges.

Safet Zec

sábado, 16 de enero de 2016

El hermano de Zenobia y los poetas

   Entre los regalos que me trajo E de su última visita a la Biblioteca Nacional se encuentra un primoroso ejemplar en dos volúmenes de los diarios concordados de Zenobia y Juan Ramón durante su primer año de matrimonio. He disfrutado una enormidad con el prólogo (avanzo lenta y deliciosamente) que firma Emilia Cortés Ibáñez, creo que la mayor especialista en Zenobia. En él se detallan el noviazgo de la pareja y, sobre todo, las reacciones de las dos familias entresacadas de la correspondencia de sus miembros. Destacan en estas páginas las de Isabel Aymar, la madre de Zenobia, activa opositora a la relación, que se despacha bien. Sus observaciones, muy de la época, me han hecho sonreír porque parecen sacadas de un folletín decimonónico; ya me imagino yo la pose erguida y displicente de la dama mirando -por el rabillo del ojo y sin girar ni un grado la cabeza ni bajar la barbilla- al muchacho de pueblo, arruinado y sin carrera, que era Jiménez (como ella lo llamaba). El padre tampoco es que fuera partidario de tal yerno, pero parece que sí fue algo más discreto en sus manifestaciones. 
   Ya sabíamos de las objeciones de la familia de Zenobia a Juan Ramón, pero yo no las había podido ver nunca tan literales. Me ha divertido mucho. Entre ellas está la carta que Jo, hermano de Zenobia le escribe a ésta el 4 de octubre de 1915, haciendo malabares con las palabras: "Yo siempre he tenido recelo de la gente de arte y literatura en cuanto a la solidez de su psicología y de su carácter".  
   ... Y ya me he echado a reír diciéndome: "ahí sí, ahí sí lo has clavado"; y he corrido a escribir esta entrada.






viernes, 8 de enero de 2016

De aquellos hombres sabios...

EPIFANÍA

De aquellos hombres sabios, que abandonaron sus cómodas rutinas por seguir una luz extraordinaria pero desconocida, nos han quedado: la concisa noticia de Mateo, una fabulación infantil cíclica y maravillosa, un puñado de hermosos textos literarios, y, sobre todo, esta herida abierta que es el ansia por soltar amarras y mirar al cielo.

Giotto di Bondone



viernes, 1 de enero de 2016

La cinta, la luz

  Estas últimas semanas he sentido como si mi vida hiciera un pliegue sobre sí misma.  Está claro que el tiempo que nos transcurre solemos imaginarlo como una larga secuencia (un camino, un río, una cinta...), pero estos dos últimos meses he tenido la sensación -y el convencimiento- de que mis días volvían sobre un tramo anterior impecablemente plastificado. Se trata de un trecho del pasado que se mantiene terso, virgen a toda vicisitud; un tramo vivísimo que es el que coincide con la adolescencia. El resto de la cinta, sin embargo, se ha vuelto frágil: años y años de seda débil que contrasta con la transparencia impoluta de aquella segunda década de mi vida, impermeable ya a las arrugas de los años.
   Y todo porque Inés, mi amiga Inés de toda la vida, ha vuelto a España. Vuelvo a hablar con ella, a quedar para tomar algo y charlar; me pregunta por las compañeras de entonces... y llega la sensación de que la vida, en realidad, fue aquello, y que todo lo que lo precedió ha tomado la apariencia de un raro sueño, de la misma manera que todo lo que ha seguido después -lo malísimo y lo maravilloso, lo socialmente importante y lo intrascendente-   parece de pronto una parte delicadísima de la cinta, valiosísimo cordón, que se pliega sobre aquellos años fundamentales en que empezábamos a mirar la existencia.
   Resulta ahora que la luz de la adolescencia es, en realidad, la que nos acaba iluminando para siempre.

Chelsea B. James