martes, 11 de agosto de 2015

El mundo de fuera...

 El mundo de fuera fue siempre un recinto para el que yo no tenía el santo y seña. Es cierto que algo rarilla ha debido de ser una: siempre me ha costado cogerme al paso de los demás (me sigue costando... qué le vamos a hacer).

    No estoy muy segura de que sea eso lo que me hizo empezar a escribir, pero creo que sí. Y sé que he escrito siempre...  Al principio en cuadernos de cuadrícula, después en bellas encuadernaciones de páginas blancas que casi siempre compraba cuando salía de viaje, otras rachas en agendas... Sólo recientemente lo hago en el blog.  Sin embargo, no sé muy bien por qué empezó; creo que para ordenar las emociones, para dejar constancia de ellas ante mí misma... Creo también que en todo esto jugó un papel importante el haber sido una niña de lecturas voraces y el haberme sentido muy acompañada con esas lecturas, tanto como para querer imitarlas (los niños, ya se sabe, se postulan adultos por imitación) algunas de mis lecturas me decían que yo no estaba sola sintiendo y pensando (mejor: sintiendo lo que pensaba, pensando lo que sentía). 
   
    Después intervino el afán por que alguien más se identificase con mis emociones y, sobre todo, la alegría de saber que a veces sí ocurría.  Cerrar ese círculo me llevó a concebir la literatura como un diálogo universal y sin tiempo.

   Luego está el placer estético, el eureka ese de notar una misma que sí que ha conseguido con un texto una pequeña creación personal que es válida y verdadera. Todo eso también cuenta mucho; ha contado siempre, sólo que según a qué edad ha pesado más una cosa que otra.

   Y aquí me veo ahora, añadiendo ventanas a esta nube, vigilando que en este placer de ser leída no se cruce demasiado la vanidad ni la soberbia (dos fantasmas dispuestos a aparecer con la excusa mas nimia que te manchan de purpurina falsa la vida y te vuelven una loca ridícula con alardes de grandeza). Sí, aquí me veo ahora abriendo ventanas al mundo de fuera con palabras y esperando a que alguien pase. 

Enrique Barro


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