domingo, 1 de marzo de 2015

Música clásica y cosmética capilar

   A raíz de haber visto anoche uno de esos recogidos cuidadosamente despeinados que tanto me gustan, he pensado que hacemos mal subestimando la importancia de las modas del cabello, que encierra mucho el mundo de las extensiones, los rulos y los cortes a la moda. La arquitectura aparentemente anárquica de aquel peinado me llevó al juego de asociación de ideas ese que evoqué aquí hace muchas entradas. Si un canon barroco es una trenza y un vals es un bucle, aquel peinado era, sin duda, ¡música atonal contemporánea! Tenían ustedes que haber estado en cierto concierto en Berlín: a Josefina y a mí se nos ocurrió sacar entradas. Poco después de ocupar nuestro lugar, un chico de negro riguroso salió y se puso a afinar el piano, de pie, volcado sobre el arpa de acero del instrumento. Eso nos pareció raro, pero se lo atribuimos al carácter aparentemente informal de todo. Lo comentábamos poniéndolo en relación con la decoración del escenario, plagado de girasoles como dejados al tuntún... Hasta que los del palco vecino nos mandaron callar. ¡Aquello era ya el concierto! 
   Naturalmente estas correspondencias entre la moda del cabello y las corrientes musicales y artísticas solo tienen efecto sobre estas corrientes en abstracto, no sobre sus cabezas concretas: está claro que Beethoven, con sus mechones largos a medio desenredar, hace honor al movimiento al que pertenece: el primer Romanticismo, pero entonces Falla -y el propio Góngora, en Literatura-  habrían de ser minimalistas y eso sí que no.  




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