domingo, 15 de marzo de 2015

Del otro efecto mariposa

   Hoy acaba el Festival Iberoamericano de Poesía en Cádiz y, por segunda vez, me quedo sin oír a los poetas. Siento no haber escuchado a los amigos de aquí y a los invitados de fuera (este año, poetas chilenos): un familiar ha andado mal de salud (ingreso hospilalario incluído) y no ha podido ser.  
  En lo que sí he podido tomar parte, eligiendo los tres cuartitos de hora que mejor me cuadraban, ha sido en la convocatoria de oración que ha lanzado el Papa Francisco.  Si hay algo en lo que confío plenamente es en la fuerza que tiene la unión de la voluntad de muchas almas (muchas mentes, muchos corazones).  De hecho, la primera vez que oí hablar del´"Efecto Mariposa" me pareció una obviedad enorme. Los creyentes llevamos siglos sabiendo que una oración aquí, un esfuerzo para el bien allá, son bendiciones (energía positiva lo llamaría mi amiga Manuela) que no pasan desapercibidas en absoluto, sino que genera salvación y bien incluso en lugares y tiempos remotos. 
   Por eso me dio una enorme alegría poder estar en la iglesia de la Cartuja de Jerez en medio del silencio habitado, del silencio fértil, de varias decenas de personas. La voz dulce y decidida de las hermanas encabezaba, con brevísimas frases, la dirección de nuestro pacífico grito silencioso por todos los hombres -por cada uno de los hombres- a ratos, o en alabanza al Creador y Sostenedor de la vida en otros momentos. Era impresionante.
   E. se sorprendió mucho de este tipo de oración, quizá porque las emociones juegan en ella un papel tan importante. Yo reconozco que estas pueden ser díscolas y caprichosas como un adolescente, pero existen en nosotros, seres humanos, y además son poderosas. Encauzar nuestros deseos de paz, nuestras súplicas, la belleza de la música -la armonía de la música que construye armonía fuera de ella-, la expresión de la alabanza con el corazón lleno... todo eso es la oración del ser humano completo: cerebro, voluntad, cuerpo (oídos, cuerdas vocales...). Esta es la implicación que Dios nos pide de nuestro Libre Albedrío para que, en plena acción de la Comunión de los Santos, venga Su Reino: veinticuatro horas por todo el planeta de este incesante y casi imperceptible aleteo de mariposa tiene que dar fruto.

Petko Naydenov

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