Estaba yo en la cola pasadas las tres de la tarde. Era la única caja abierta en el supermercado a esa hora y apenas dos o tres personas esperábamos. Una señora entró desde la calle cargando con una caja enorme de detergente. Setenta años, batita barata y permanente antigua.
-Un muchacho se ha dejado esto olvidado sin meter en el coche. No me ha dado tiempo a avisarle. ¡El pobre! A lo mejor vuelve a buscarlo.
-Déjelo aquí, que yo se lo daré a quien venga preguntando.
Y la señora se endereza después de soltar el peso y vuelve a salir con su bolsa plegable en la que se adivinan dos piezas de fruta y un monedero de plástico.
Rembrandt