miércoles, 2 de julio de 2014

Corredores

  Hay lugares proclives a la tragedia (un acantilado, por ejemplo), o a la comedia (el apartamento desordenado de unos estudiantes), o propensos a la épica (lo son siempre las llanuras extensas). Ayer vi claramente que el genuino espacio del thriller es un corredor, un corredor largo plagado de puertas. Digo esto porque noto que me pone siempre en cierta tensión caminar por un pasillo desconocido. El de ayer lo había recorrido pocas veces antes. Volvía de asistir a la lectura de la tesis doctoral de José Manuel Benítez Ariza (por cierto espléndida, genial) y atravesaba esa pieza angosta y larga en dirección al despacho de E. Me di cuenta pronto de que algo en mí se ponía alerta; caminaba rebasando las incógnitas de una multitud de batientes cerrados, creo que mi inconsciente interpretaba en cada uno un escenario distinto para lo desconocido. He creído reconocer que todos los pasillos provocan lo mismo: una avanza sobrepasando puertas y siente inexplicablemente que la salida está siempre más lejos que todo lo que se nos esconde en los costados del camino, y entonces se produce un mínimo cambio de ánimo inconsciente que se traduce  -al menos a mí se me traduce- en una rara intranquilidad. Caminar por un pasillo largo es lo mismo que adentrarse a oscuras en una habitación conocida: nos crea la sospecha de que lo oculto, tal vez aquellos monstruos de la infancia que conseguimos espantar a duras penas no hace tanto, nos va a salir al encuentro atravesando un vano en cualquier instante.

Ricardo Renedo

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