viernes, 3 de agosto de 2012

Los veraneantes y el efecto Proust

   Que las palabras tienen un poder extraordinario lo hemos sabido siempre. Desde Alí Babá a Harry Potter pasando por los versitos a San Cucufato nos hemos criado rodeados de palabras mágicas, eso sí, algunas, las más verdaderamente poderosas, nos pasan desapercibidas. Eso es lo que me ha pasado a mí con la palabra "veraneante” que sí, que es una palabra común, pero que yo había dejado de escuchar (los jóvenes hablan ahora de "los madrileños" o de "los sevillanos" denominándolos por su procedencia) y no era así cuando yo era niña y las familias veraneaban durante casi tres meses en el centro de la ciudad y no en las urbanizaciones y aparecían en nuestras rutinas como lugareños a tiempo parcial. Por eso, cuando alguien ha dicho: "veraneante", como si se tratara de un abracadabra personal, un "abrete sésamo" de la memoria  –mi peculiar magdalena mojada en té proustiana-, al conjuro de sus sílabas vuelvo a refugiarme durante unos segundos en el patio de aspidistras de mi abuela y, casi a la vez, han regresado nosededónde las ya olvidadas casetas de la playa de La Puntilla, aún de colores dispares, y el vértigo en la barriga de las cunitas del parque Calderón, por entonces pespunteado de palmeras todavía frondosas y en cuya entrada, allá en la Plaza de las Galeras, un guardia barrigudo con salakov vuelve por un momento a ejercer la autoridad de un coreógrafo militarizado mientras yo lo observo desde el seiscientos verdemar de mi padre.

La Plaza de las Galeras del Puerto de Sta. María como yo la recuerdo en mi primera infancia

2 comentarios:

Fernando dijo...

Está muy bien descrito, Inmaculada: como la magdalena del otro, hay palabras como "veraneante", "agosto" o "caseta" que nos remiten, rápido, a un mundo feliz, infantil, soleado. Es así.

En mi caso, hasta las palabras "Puerto de Santa María" remiten a eso, pues hace mucho estuve un día de agosto ahí, paseando entre casitas blancas con cortinas de esparto, comiendo en un sitio donde vendían mariscos y pescados recién salidos del mar, una especie de merendero, no sé si seguirá.

Muy buena la foto.

Inmaculada Moreno dijo...

El sitio en el que estuviste debió ser Romerijo, que no dista de la placita más de unos ¿30 metros? Probablemente la camionetilla de la foto va a pasar por delante de esa marisquería si la seguimos.
Espero que disfrutases mucho en mi pueblo aquel día.